miércoles, septiembre 12, 2007

El Periódico - 08/09/2007
EL FRACASO DE LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA // IRENE BOADA

Universidades poco competitivas

•Ningún centro de enseñanza superior español figura entre los 150 mejores del mundo

Si preguntásemos cuáles son las mejores universidades del mundo, la mayoría diría Oxford o Cambridge en Inglaterra, Harvard o Princeton en EEUU y, en efecto, andarían bien encaminados. Estas cuatro universidades figuran entre las 10 mejores del mundo según el prestigioso THES, Times Higher Education Supplement, publicación inglesa de referencia mundial en la mejora de excelencia universitaria.
Pero, ¿y las universidades catalanas y españolas? ¿Cuántas figuran entre las 100 mejores del mundo? La respuesta es ninguna. ¿Entre las mejores 150? Tampoco. Ninguna. En cambio, entre las 100 primeras figuran universidades de países con poca población como Nueva Zelanda, con tres millones y medio, o Singapur, con cuatro. Pero todavía llama más la atención que países en vías de desarrollo industrial y social como México, China o India figuren entre las 100 mejores, en cambio ninguna española. Realmente, los resultados a nivel internacional de las universidades catalanas y españolas es pésimo.

POSIBLEMENTE esto sea debido aún a la herencia de la corrupción del franquismo, pero no estaría bien seguir culpando a Franco de las enfermedades actuales de nuestra sociedad. Posiblemente venga de más lejos pero deberíamos ser capaces de hacer frente a las carencias que tenemos comparándonos con otros países y ponernos manos a la obra. La problemática universitaria no es una cuestión solo educativa, limitada a una pequeña élite social. La calidad de las universidades, como instituciones de investigación y productoras de licenciados, tiene implicaciones profundas en la salud económica de las sociedades occidentales.
Tomemos dos ejemplos de la UE. En los últimos 10 años Gran Bretaña e Irlanda se han situado entre los principales países por lo que respecta a crecimiento económico. El nivel de vida ha aumentado enormemente, particularmente en el caso de Irlanda, que ha pasado a conocerse como la economía del Tigre Celta. No es una casualidad que ambos países tengan universidades que están entre las 100 mejores.
Es bien sabido por economistas, gente de negocios y de la política que para que los países de Occidente, con salarios altos, puedan competir de forma efectiva en el mundo de hoy tienen que especializarse en industrias del conocimiento. Los lugares clave para la producción de conocimiento avanzado son los centros orientados a la investigación, las universidades dedicadas a la investigación, en las que se crearán muchos de los productos del mañana. El hecho de que España no tenga ninguna universidad de fama internacional debería ser motivo de gran preocupación. Difícilmente la economía tendrá un buen futuro si este fenómeno no se corrige pronto. La primera universidad en el ranking, la Universitat de Barcelona, solo ocupa el puesto 190.
Por tanto, se trata de una cuestión muy preocupante y profunda. Estos resultados tan pobres de nuestras universidades indican que el trabajo no se hace a través del mérito, sino del amiguismo, aunque sea guarnecido con el disfraz opositor. ¿Cuántas veces hemos escuchado: "Yo no me presento a esta oposición porque la plaza ya está dada y sería una pérdida de tiempo"? ¿Cuántas son las personas científicas catalanas que están exiliadas, en un exilio intelectual, en Inglaterra o en EEUU porque no pueden regresar a Catalunya ya que al haber estudiado fuera no tiene contactos catalanes y, por tanto, ninguna posibilidad de trabajar e investigar en Catalunya. Cuando debería ser a la inversa y la gente que se esfuerza yéndose fuera y formándose debería ser la primera en encontrar lugares de trabajo al volver, ya que puede ofrecer más conocimiento.
Como miembro de la Anglo-Catalan Society, recuerdo que las conversaciones durante la cena de las reuniones anuales giraban en torno al hecho de no poder volver a Catalunya, y estamos hablando de catedráticos universitarios de prestigio internacional. Seguro que en Singapur y en Corea del Sur no dejarían escapar a esos cerebros que se han formado en prestigiosas universidades de vanguardia a nivel internacional. Te encuentras con estudiantes brillantes catalanes que no quieren hacer el doctorado en EEUU porque cuando vuelvan saben que no van a encontrar trabajo. En las circunstancias actuales, no parece muy normal que una universidad catalana generalmente contrate antes a uno de sus propios doctores que un doctorado de Harvard, por ejemplo.

DEBEMOS admitir que nuestra vida académica ha sido bastante corrupta durante generaciones de selecciones de profesorado no siempre basadas en los méritos. Esta es la verdad y es preciso que seamos capaces de enfrentarnos a ello con tal de cambiarla. Porque, si las universidades no son capaces de reformarse, nuestras perspectivas futuras son preocupantes y seguiremos siendo un país de camareros mientras el sureste de Asia, por ejemplo, aprovecha el tiempo. Mientras nosotros nos dedicamos a hablar del sexo de los ángeles, los chinos ya tienen universidades que figuran en las mejores 10 del ranking. Por mucho que estemos cómodamente instalados en la cuna europea, si no nos ponemos las pilas y realizamos una reforma verdadera, el dormir de ahora lo pagarán nuestros hijos o nietos, sean de origen magrebí, ecuatoriano o de viejos catalanes.